lunes, 21 de marzo de 2022

DE CASTIGOS Y PENITENCIAS

Desde pequeña me caló muy hondo eso de “no juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados”. Creo que me pesan por igual ambas partes de las sentencias.

¿Quién soy yo para decir si lo que hace el otro está bien o mal? ¿qué sé yo de sus circunstancias? ¿qué sé yo de su intención o de su capacidad? 

¿Acaso estoy yo libre de errores, distracciones, negligencias… o de dejarme llevar por un impulso o una pasión?

Esto no quita que reconozca que hay cosas que me parece que están mal hechas o que no me gustan, y que considere que nuestras acciones tienen consecuencias y que debemos asumirlas. Y así es como entiendo los castigos y penitencias. No se trata de añadir un mal a otro mal o una injusticia a otra injusticia. Someternos a las consecuencias de nuestras obras y decisiones es un acto de coherencia y una posibilidad de aprendizaje que nos puede hacer poner más cuidado en lo que hacemos.

Los que me conocéis mejor me habéis podido oír más de una vez que yo obligaría a los diseñadores a utilizar lo diseñado durante un tiempo para asegurarse de que el confort acompañe a cualquier otro criterio; por ejemplo, les haría pasar por las escaleras con peldaños que no permiten alternar las piernas al subir o bajar, también obligaría a los que deciden qué asfalto poner en las carreteras a sufrir el ruido ensordecedor kilómetro tras kilómetro a pesar de no superar la velocidad máxima de la vía. Yo sustituiría  “el que rompe, paga” por “el que rompe, arregla” o “limpia el que ensucia”.

Y ¿a qué viene esto? pues a que, una vez más, he hecho el camino de mi casa al garaje acordándome de la insolidaridad de algunos de mis vecinos.

Cuando vinimos a vivir al barrio todas las casas tenían soportales de tal manera que, en días de lluvia, frío o sol abrasador, se podía ir con cierto alivio bajo su protección.

Es cierto que esa misma protección la usaban los chavales para reunirse, algunos ruidosamente, y otros dejando un rastro de suciedad al marcharse; y que algunos rincones han sido utilizados por vendedores de sustancias ilegales o, incluso, por algún amigo de lo ajeno para sus fechorías.

Pero en lugar de emprender campañas educativas sobre el ruido, la limpieza y la buena convivencia entre vecinos o solicitar más vigilancia policial para control de delitos contra la salud pública y la propiedad, hemos preferido atrincherarnos y negar un espacio de uso público a la comunidad.

Hace unos años una medida así requería unanimidad, pero ahora parece que argumentando que es por seguridad basta una mayoría simple para que salga adelante. A pesar de que algunos vecinos votamos en contra, mi edificio también ha sido rodeado de rejas recientemente.

Así que ahora los chavales hacen ruido y ensucian igualmente, pero más expuestos. En lugar de robarme bajo un soportal lo pueden hacer a la intemperie. Y estoy segura de que los camellos no han ido muy lejos porque yo sigo oliendo a porro por la calle con la misma frecuencia que antes.

Hoy llovía al volver a casa, el suelo estaba seco bajo los soportales vallados. Sólo deseo que los vecinos que votaron a favor de los cerramientos se hayan mojado más que yo.   










          






      


miércoles, 16 de marzo de 2022

VIVIR PELIGROSAMENTE: VIVIR

 Vivir en sí mismo es estar en peligro. Es la única actividad con un 100% de mortalidad aunque casi nunca nos acordemos y nos creamos inmortales y seamos tan simples que dejamos de vivir plenamente por si acaso nos pasa algo malo, como si por vivir menos expuestos no nos fuera a pasar nada.

Y para vivir del todo necesitamos amar y ser amados y ¿hay algo más arriesgado que el amor? ¡Menuda aventura! Porque el amor, el nuestro, siempre es imperfecto y ¿el de las personas amadas…? pues también. Así que vamos en una cordada en la que nos fiamos unos de otros a sabiendas de que algún día podemos fallar, por ausencia, por distracción, por cansancio, por desinterés, porque nos han hecho una oferta mejor para unirnos a otra cordada…

El amor, como las plantas, hay que cuidarlo y, tal vez, eso sea vivir, aunque, a veces, a pesar de nuestros cuidados, la planta se marchite. 

Aún así, mejor vivir en riesgo y sin garantías que no vivir.





VIVIR PELIGROSAMENTE: MORIR

No hay riesgo en morir porque después no puede pasar nada peor. Aunque no lo sabemos. Hay mil hipótesis y creencias de lo que viene luego. Yo espero algo mejor, aunque, por si acaso, prefiero enterarme lo más tarde posible.

Otra cosa es que mientras vivimos vamos muriendo poco a poco y ahí sí que puede haber peligro:

En las situaciones que abandonamos por cobardía, por pereza o por impaciencia y podrían habernos conducido a una vida más emocionante o más plena.

Y en aquellas otras de las que no nos vamos por miedo al vacío o porque estamos cómodos aunque sepamos que a la larga nos harán daño o descubriremos que no era nuestro sitio.   

También morimos un poco cuando las personas que queremos dejan de estar a nuestro lado. Algo de nosotros muere con su ausencia, aunque podamos recuperarnos.


martes, 15 de marzo de 2022

VIVIR PELIGROSAMENTE: DESEAR

Perseguir aquello que anhelamos es arriesgado.

Nuestro esfuerzo, nuestro tiempo, nuestro pensamiento, nuestras herramientas… las ponemos al servicio de conseguirlo sin conciencia de que sólo hay dos finales posibles:

Que no lo logremos, incluso después de varios intentos, y que nuestra capacidad y nuestro interés se desgasten tanto que desistamos de alcanzarlo.

Que veamos cumplido nuestro deseo y una vez en nuestras manos nos invada el cansancio de todo lo que hemos invertido en lograrlo y dudemos si mereció la pena porque, lejos de saciarnos, empezamos a desear algo nuevo. 

Ya se sabe: los dioses castigan a los hombres concediéndoles sus deseos.

Menos mal que lo mejor, casi siempre, no es la meta sino el camino y la compañía.



VIVIR PELIGROSAMENTE: ARRIESGARSE

Asomarse al precipicio a pesar del vértigo. Salirse del camino. Llegar más lejos. Buscar un lugar desconocido. Cambiar el punto de vista. Abrir la mente. Escuchar y dejarse llevar.

Decir que sí y probar aquello que nos daba miedo. Disfrutar en el intento. Confiar aun estando inseguros. Atreverse con algo nuevo. Permitir que alguien conozca nuestra debilidad… y si perdemos, volver a empezar, sin mirar atrás.


VIVIR PELIGROSAMENTE: RECTIFICAR

De esa manera no, mejor así.

Me equivoqué de primeras, o el error fue cambiarlo.

Dije lo que no pensaba o lo pensaba, pero no quería decirlo.

Rectificar es de sabios, o de cobardes, o de veletas.

Ir y venir.

Empecé y lo dejé sin terminar.

Chocamos al principio y al final nos entendimos.

Pedir perdón.

Volver a empezar.

Sonreír aunque el alma llore.


domingo, 13 de marzo de 2022

VIVIR PELIGROSAMENTE: VOLVER

 Nunca se vuelve al mismo sitio. Los lugares cambian igual que cambian las personas.

Llegamos y quedamos impresionadas, el paisaje, la luz, la compañía. Nos gustaría atrapar el momento y eternizarlo, pero se nos escapa. Nos quedamos con el recuerdo, a veces con una foto, aguardaremos la ocasión de repetir…aunque sepamos que no puede ser.

Habrá otra luz, cambios en el paisaje, otra compañía o ninguna; pero, sobre todo, habrá cambiado nuestra mirada. Nosotras ya no seremos las mismas y nunca más será la primera vez.


VIVIR PELIGROSAMENTE: DESPEDIRSE


Dices adiós y un abismo se abre por delante ¿Es un hasta luego? ¿Es para siempre?


Recuerdo que cuando era pequeña y personas queridas se iban a ir de casa, tras una visita, se encontraban que les había escondido el bolso o algo que tuvieran que llevarse, era una forma de decirles que quería que se quedaran: retrasaba la despedida pero no la evitaba.

Luego me hice mayor y ese juego ya no estaba bien visto.

Ya no se distingue, por la forma, cuando quiero que alguien se quede o que se vaya. 

Tal vez no quiero pensar que puede ser la última vez que nos vemos.

Como la última vez que vi a mi padre con vida, o a mi madre, o a mi tía.


Nunca digas adiós sin despedirte de corazón.


VIVIR PELIGROSAMENTE: FICHAR

El control de presencia en mi trabajo se hacía mediante firmas a la entrada y a la salida. Hace bastantes años colocaron un reloj de fichar, querían cambiar el sistema de control pero no encontraban el momento de hacerlo. 

Por fin se decidieron: empezamos a fichar el 1 de marzo de 2020. Trece días después dejamos de hacerlo, el confinamiento y la pandemia hicieron inviable continuar con la rigidez que impone el aparato, no había personal para gestionar todas las excepciones.

De nuevo han impulsado la iniciativa, hemos vuelto a fichar desde el 1 de marzo de 2022, con una guerra a la vuelta de la esquina. Esperemos que el karma no se empeñe en que no tenemos que fichar.


VIVIR PELIGROSAMENTE

Vivir. Morir. Desear. Arriesgarse. Rectificar. Volver. Despedirse. Fichar.

El título de esta serie es una expresión que fue aplicada por una compañera a una pareja de pacientes con una vida, desde nuestro punto de vista, desordenada y desgraciada, tanto que, con la salud quebrada, uno de ellos se murió… ¿Se arriesgó y perdió? Yo no me atrevo a sentenciarlo.

Lo que escribí a partir del título no tiene nada que ver, o tal vez sí.

Se me vino a la cabeza la retahíla de acciones que encabeza esta entrada y que serán el tema de cada texto de la serie.

He tardado trece días en completarla y, con el paso del tiempo, no sé si he acabado escribiendo con la misma idea que empecé; lo que sí sé es que no he cerrado un círculo sino que he iniciado una vuelta de espiral.

Acompaña este texto la foto de una lápida encontrada al borde de un camino en Colmenar de Oreja. Transcribo el texto grabado en la piedra por si no se ve bien en la foto:


“36 AÑOS/ SU MADRE Y HERMANOS/ LE DEDICAN ESTE/ RECUERDO

Por buscar sin reflecsión/ El sustento necesario/ Encontró en el subterráneo/ La muerte sin confesión.”