De nuevo recupero escritos anteriores, algunos son monólogos interiores que dejé salir sin censura, aunque ahora los recorte.
Que no se asuste nadie. Hay momentos oscuros que se pasan. Mi tono vital ha mejorado mucho. Haber ido recuperando el contacto físico con mi gente me da otra perspectiva aunque aún no haya conseguido centrar el rumbo. Escribir me ayuda.
No sé por qué me decido a publicarlos, ni sé por qué ahora. Supongo que quiero alimentar el blog y lo que estoy escribiendo actualmente aún no tiene la forma ni el contenido adecuado o es demasiado reciente como para que mi pudor permita airearlo. O tal vez, igual que encuentro en lo escrito por otros la expresión de lo que yo siento y no sé decir, espero que alguien encuentre que mis palabras sirven para plasmar sus sentimientos, pero esto me parece demasiado pretencioso. O tal vez, es la recapitulación de un año y el calor del verano que invita a no moverse mucho facilita esta actividad.
Julio de 2020:
“Me rondaba algo la cabeza esta tarde, alguna asociación de ideas de esas que sólo tienen relación para mi, pero ya no sé qué era. Y sé que quería escribir sobre ella.
Tenía que ver con mala espina, escepticismo, descreimiento, pero no atino con el asunto.
Creo que se ha desencadenado por un comentario, oído más de una vez, sobre la pérdida de los seres queridos… que es más fácil para los creyentes. Y se me ha hecho un lío en la cabeza.
Cuando se murió mi padre yo tuve la certeza de que volvería a estar con él, en su plenitud, sin enfermedad ni marcapasos y después, cada vez que alguien se me muere, quiero rescatar esa sensación pero no la alcanzo. No tiene nada que ver saber una cosa con sentirla, ni alivia la separación. Es como si alguien muy cercano se va de viaje sin fecha de vuelta y sin poder comunicarte con él. No vas a dejar de echarle de menos ni vas a dejar de preguntarte hasta cuándo.
Voy recordando, era sobre la desconfianza o más bien la decepción que voy acumulando de las asociaciones humanas con supuestos objetivos benefactores, desde ONGs a clubes deportivos o incluso el escultismo.
No sé de qué me sorprendo, sólo son el reflejo de la imperfección humana, la de cada ser imperfecto que las formamos. También reconozco que, por temporadas o desde ciertos puntos de vista, las bondades son muchas, más que la suma de las bondades individuales, pero hoy no se trataba de eso.
Y no es que esté especialmente negativa o triste, pero me asaltan pensamientos que se obstinan en no ser optimistas.
De alguna forma estoy cansada de tener que estar bien siempre aún cuando no tenga motivos. Floto en una realidad ausente, es una estabilidad emocional plana, en una salud física dolorida y medicada que sin embargo no claudica, como en los versos de Rudyard Kipling “gritando: ¡persistid, es la orden!” Pero sin conducirme a nada.
Viendo pasar mi vida y la de los otros como quien contempla una película, a ratos buena y otros no tanto, pero sin poder hacer nada por cambiar el argumento ni el final.”
Septiembre de 2020:
“Me gusta escribir aunque no sepa, aunque no tenga nada que decir o lo que se me ocurre ya esté dicho de antes.
Me ronda escribir sobre la no vida ¿qué es la felicidad? ¿qué es estar en paz con uno mismo?
Vuelve a ser septiembre, de un año que no cuenta o que cuenta demasiado. El año del COVID, el año del chat del ARCLA, 5 años en que no estás…¿cómo habrías llevado el encierro?
Suena la lavadora, vueltas y vueltas a la ropa, limpiar, aclarar, escurrir. Tal vez un par de ciclos de lavado me vendrían bien para restaurar el orden en mi cerebro. Ponerle un rumbo. Recuperar la ilusión por algo más que un instante fugaz.
Siempre estoy bien, siempre estoy bien, siempre estoy bien, el mantra que se repite sin fisuras, todos lo saben, todos esperan que así sea. Si tú estás bien yo estoy bien, me lo digo al espejo y sonrío cuando me veo llena de canas y arrugas que no reconozco aunque me las sepa de memoria porque veo el gesto y las manos de mi madre. Se asoma un ser que sobrevive para no dar la lata. Escribo y lloro con una emoción absurda, innecesaria, vacía. Se me olvidó la vida en un rincón y allí me espera, cuando pueda librarme del peso de no ser, cuando sea capaz de soltar todo lo que me pongo encima para parecer viva.
He descubierto que me gusta coser y que procrastinar es un verbo que conjugo bien.”
Junio de 2021:
“Por la tinta del boli se escapan los males. Seguiría escribiendo hasta calmar mi ánimo. Aunque no sepa ni qué decir.
Aún no me ahoga la sensación de soledad, pero hoy estoy muy sola. […]
Debería ir a dormir pero aquí estoy, agazapada en el sofá. Dejando pasar el tiempo una vez más. Sin futuro, sin ilusiones, habrá que vivir y encontrarlas.
Mejor me voy a dormir. Mañana será otro día.”
“Como en Obaba los números acuden a mi cabeza a la primera de cambio:
Cuento los escalones cuando subo andando a casa: 8 en cada tramo, 2 tramos por piso, 6 pisos.
Y ahora los años acabados en 1, sé que otros años también pasan cosas y que no recuerdo, a bote pronto, nada del 71 ni del 81. Pero en el 91 me casé, en 2001 nació Itzi, en 2011 operaron a Joaquín del maldito cáncer de esófago y en 2021 Itzi se independiza […]”
Julio de 2021:
“Quiero escribir desde la felicidad.
Ese estado de ánimo que se acompaña de una sonrisa y de serenidad.
Sentirme bien con lo que hago.
Aunque sé que estoy negando una parte oscura que sigue ahí. Quiero pensar que no es mi responsabilidad, pero no dejo de echármela encima.
Al final voy a donde no es ¿o empecé desde donde no es?
[…]
Algo de mis neuronas se transmite hasta mis dedos y los traspasa y se prolonga por el bolígrafo hasta el papel. Como si pensara por mi.
Me gusta escribir.”
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