jueves, 3 de junio de 2021

CUANDO MENOS ME LO ESPERABA

Esta pandemia me está volviendo loca.


Mi vida discurría tranquila y rutinaria, previsible, incluso aburrida, pero apacible.


De repente llegó el encierro, que yo creí exagerado de primeras y luego ha resultado ser una catástrofe sanitaria y social que yo observo desde los márgenes.


En este colapso, donde la distancia social es un imperativo necesario, donde la presencia física de las personas que quiero se ha reducido al mínimo y cuando se da es con una barrera de vacío infranqueable, el pasado se ha asomado a mi vida en forma de red social.


En el confinamiento me invitaron a un chat con un montón de recuerdos que fuimos capaces de rescatar para construir un presente nuevo, reconociendo a personas que nunca nos fueron presentadas, compartiendo sentimientos y experiencias comunes sin saberlo, apoyándonos en las dificultades actuales, transmitiendo ánimo y alegría de forma solidaria.


Atreviéndome en un uso que yo no le daba he abierto otra ventana por la que se me han asomado otras personas del pasado, contactos no borrados pero silenciosos y silenciados durante años, que están dispuestos a una comunicación cotidiana.


Por otro lado están las relaciones nuevas, presenciales, que imagino que han podido darse por ser menos comprometidas. Como los amigos nos hemos retirado para cuidarnos, han aparecido conocidos con menos reparos que se han ido haciendo hueco, aprovechando la ausencia. Y ahí están.


Pero ahora mi vida está patas arriba, el caos que yo depositaba en casa para poder tener una vida ordenada hacia fuera y un equilibrio en mi cabeza, ese caos, se ha apoderado de toda mi vida. Hasta las plantas de mi despacho han  detectado mi desequilibrio y empiezan a marchitarse. Mis pacientes (por suerte sólo algunos) se desestabilizan con nuevos argumentos.


Mi hija, mi  principal motivo para no sucumbir a sabiendas de que aún me necesita, vuela cada vez más independiente, como debe ser, pero padezco de vértigo a terceros.


Siento una energía que renace, pero tan explosiva que es inútil, al final sólo me sirve para caminar cual Forrest Gump para intentar gastarla y que no me destruya.


Parece que la pandemia remite, se ve que soy de llevar la contraria y ahora creo que se precipitan en relajar las medidas de seguridad.


Yo no sé cómo voy a recuperarme. Mi entorno más cercano y yo nos hemos salvado de graves consecuencias por contagio del virus, al menos hasta ahora y, con más vacunas puestas, confío en mantenernos a salvo, pero mi espíritu ha sido zarandeado y no me reconozco.


Supongo que saldré adelante, como de todas las batallas que he vivido.



No hay comentarios:

Publicar un comentario