miércoles, 14 de junio de 2017

MACHISMO

Imagen presentada en la asignatura
de Valores Éticos sobre "micromachismos".

Estoy cansada de que se trate de empequeñecer el abuso con el que las mujeres tenemos que convivir a diario. El que inventó el vocablo "micromachismo" sabía bien lo que hacía, quería quitar importancia al caldo de cultivo nutridor  de todos los comportamientos que menosprecian a la mujer y facilitan que quede relegada fuera del ámbito público salvo como adorno.

Seguramente no pensaría así si sólo contase mi historia, soy mujer de una familia con mayoría aplastante de mujeres, muchas solteras o viudas jóvenes que tuvieron que hacerse fuertes y salir adelante. Mis padres, sin ser de ideas especialmente avanzadas, me educaron para ser independiente, el machismo se quedaba fuera de mi entorno inmediato. Otra cosa es la sociedad en la que crecí y vivo. Otras mujeres no han podido sustraerse a la influencia permanente y sorda de una sociedad que nos quiere en posición de desventaja.

Pienso en mi hija, nacida en el siglo XXI y educada conscientemente desde la igualdad de derechos y obligaciones. Ella me ha enseñado, desde bien pequeña, los resquicios por donde se cuela, como el gota a gota que horada la piedra, el machismo que impera.

Se habla mucho de lenguaje inclusivo, yo pensaba que no tenía tanta importancia hasta que un día, al recoger a mi hija en la guardería nos dijeron que los niños tenían que ir disfrazados al viernes siguiente, ella nos miró y preguntó ¿y las niñas? Desde ese día tengo claro el efecto invisibilizador del masculino como forma no marcada en el plural y no me va a convencer ningún lingüista, hombre o mujer, de lo contrario.

Mi hija, como tantas mujeres, vive en una carrera de obstáculos permanente para poder hacer lo que le gusta sin que la juzguen, critiquen o se ponga en peligro. De siempre le ha gustado mucho moverse y aunque hace deporte federado con un equipo femenino, también le gusta jugar al fútbol con sus amigos cuando quedan para jugar cualquier tarde, ha tenido que ganarse a pulso un sitio entre ellos, todo en masculino porque la única chica es ella, hace tiempo que cuentan con ella sin cuestionarla, pero aún tiene que soportar miradas y comentarios de los chicos de otros grupos contra los que juegan.

El último éxito del machismo y por el que escribo estas líneas entre triste e indignada está también protagonizado por mi hija. Aún es menor de edad, algunos días me pide volver más tarde porque va con su pandilla al cine o a cenar, siempre vuelve antes de las 12 y siempre me informa. Hasta ahora no sólo no le daba miedo volver sola a casa, sino que le gustaba, ella se sentía segura y me agradecía que confiara en ella. Me ha contado que ha empezado a no ir tranquila porque desde no hace mucho se ha dado cuenta de que "la miran" y no son miradas inocentes. No es un micromachismo, es machismo con mayúsculas. ¿Por qué las mujeres no podemos vivir en paz?

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