martes, 3 de diciembre de 2024

EN BLANCO

Era un reto de esos que saltan en Internet mientras miras otra cosa: “Toma el libro que tengas más cerca, ve a la página 18 y lee el cuarto renglón. Ahí tienes la respuesta del universo para ti.”

Lo hice. 
Me topé con una página en blanco.
Repetí con otro libro, realmente el cuarto renglón de la página 18 era un salto de párrafo, de nuevo en blanco.
Continué con otros, en la mayoría no me tocó texto.
Pero iba tomando notas de la experiencia y de lo que ponía en el siguiente renglón y me di cuenta de que al pasar de pagina me había dejado dos sin escribir.
Voy a tener que creerme que la respuesta del universo para mí es la nada.
No sé de qué me extraño.
Sería más peligroso creer que me dice otra cosa.

Aprovechando esa lectura de la cuarta línea de la página 18 de la media docena de libros que suelo tener siempre a mano, porque empiezo muchos y no termino casi ninguno de seguido, he tomado nota de los renglones cercanos a ese vacío que me he ido encontrando, y se me ha ocurrido hilar los textos inconexos en un mini relato.

Este es el resultado:

(Espacio en  blanco extra como corresponde a mi hallazgo)


El peregrino anónimo trata de no perder la compostura. 
Lleva gafas negras como en los 50. 
Se dedica a lo que se llama “Wiskunde” (arte exacto o arte infalible) y va diciéndole al mundo que él mismo se celebra y se canta, hace el vago e invita a su alma, aunque el universo calle.
Alguien debe informarle de manera comprensible y precisa de las consecuencias que pueden derivarse de persistir en su idea de que para los pequeños burgueses trabajamos para la familia que es, en esencia, el nombre que se le da al hecho de que los cuidados estén privatizados.
Pero él responde: “disfruta, es más tarde de lo que piensas”. 
Y así la preocupación se va apagando o permaneciendo olvidada.

Reseña bibliográfica 

“Participaron pasivamente medio centenar de autores cuyos textos consulté sin pedir permiso y a quienes no tengo intención de mencionar, porque hacer una bibliografía es un fastidio. Copiar de un autor es plagio, copiar de muchos es investigación”. (Afrodita. Isabel Allende)

En mi caso, re-creación. No son media docena ni medio centenar, así que los nombró sin seguir ninguna regla académica para citar, sólo para acordarme dentro de un tiempo de qué libros utilicé y por si alguien tiene curiosidad de saber cuáles eran.

El arte de ser. Mónica Cavallé. Kairós
Relatos. Algo que se queda. Vicente Vázquez. Diversidad literaria.
Cuentos verdaderos. Rosa Montero. Alfaguara.
El luthier de Delft. Ramón Andrés. Acantilado
Precursores de América. Los grandes poetas del continente americano. Me tocó un poema de Walt Whitman. Alba editorial.
Código de Deontología Médica. OMC
El derecho a la pereza. Paul Lafargue. Corazones Blindados.
Abolir la familia. Sophia Lewis. Traficantes de sueños.
Old age comes at a bad time. Recopilación de Eliakim Katz. Robson Books
Miedo líquido. Zygmunt Bauman. Paidós


            

domingo, 10 de noviembre de 2024

SORPRESA HASTA EN EL ÚLTIMO MOMENTO

Cuando confías en que ya nada puede ir peor, aparece el siguiente inconveniente.

Ha sido en día de entierro. Día sencillo, se supone, porque te dan hecho el programa y no hay más que dejarse llevar, complicado porque, si hubiese sido posible, nos hubiera gustado saltarnos el guion.

La hora del entierro estaba fijada, aunque parecía que el día anterior ya pasó por el velatorio todo el mundo, algunos repiten y otros, que no pudieron, deciden acudir directamente al cementerio. 

El abuelo, probablemente el que va a estar más afectado junto con su nieta, tiene que llegar solo en un taxi desde la residencia. Mi miedo estaba en este punto logístico pero, afortunadamente, este trago pasó bien.

El problema es el propio entierro.

Reunidos a la hora fijada en la puerta del cementerio, nos la encontramos cerrada. Un grupo variopinto de familia, amigos y vecinos, junto al coche fúnebre esperamos que algún operario nos dé razón de lo que ocurre, pero tampoco hay personal del cementerio. El desconcierto va en aumento, el encargado de la funeraria, el que acordó la hora y el lugar, llama nervioso al Ayuntamiento y a la Policía, empiezan a pasar los minutos y nadie sabe nada. Un vecino recuerda que una amiga conoce a la concejala correspondiente, más llamadas, al parecer ya se están movilizando y buscando quién puede venir a resolver la situación. Recordamos lo puntual que era la abuela y nos la imaginamos disgustada, más después de que el día anterior también llegara tarde al velatorio porque durante un rato anduvieron despistados con ella. Los más clásicos pensamos en una escena de película de Berlanga, de Almodóvar los más jóvenes.

Por fin aparece un jefe de servicio que nos abre la puerta, le toca dar la cara aunque no haya sido el causante y se disculpa, reconociendo que no hay disculpa posible. Aún faltan los operarios, preguntamos que adónde nos dirigimos y nadie sabe qué nicho nos corresponde. Nos dice que elijamos el que más nos guste…, yo empiezo a notar cómo me sube un monstruo hacia la boca pero no puedo perder los papeles. Nos lleva a una zona donde hay muchos nichos vacíos, coincidimos en que uno en la segunda fila desde el suelo es una buena ubicación. Parece que los operarios van llegando y que todo va a terminar, pero el primero que llega dice que el nicho señalado no está preparado y que, por tanto, es mejor elegir otro. Nuevo paseo de la comitiva por el cementerio (difunta incluida) hasta que nos indican uno en la misma altura pero en otro pasillo, tratan de buscarle el lado positivo: es una zona más soleada, nos dicen. ¡Qué les importará a los muertos!             


sábado, 3 de agosto de 2024

IMPRESIONES DE CAMINANTE (V)




 

Vivir como un peregrino 
que, olvidando los dolores, 
pasó cogiendo las flores 
de los lados del camino”.

J.M. Pemán

 


De Irún a Bilbao se tarda hora y media en coche. A pie, una semana por el Camino de Santiago, con la ventaja de pasar por sitios y hablar con personas con las que nunca coincidiría de otra manera. Habrá quien diga que qué necesidad tengo de cruzarme con gente que no voy a volver a ver, necesidad ninguna, pero es muy enriquecedor.

A ratos caminaba en compañía, en silencio o en animada charla con Itzi o con otros peregrinos. Cualquier tema era adecuado, desde lo que llevábamos hecho o lo que nos quedaba por andar, no todos íbamos a los mismos albergues, ni siquiera a las mismas poblaciones; hablábamos del tiempo, pero no como tema de compromiso sino como compañero de viaje facilitador o incordio; también compartíamos de dónde éramos o lo que habíamos dejado en casa (trabajo, familia), comentábamos nuestros proyectos o nuestra forma de ver la vida.

Otros ratos caminaba sola dejando que mis pensamientos revolotearan por mi vida a su antojo, aunque las más de las veces estaban concentrados en el paisaje o en no tropezar con la siguiente piedra. En algún momento la reflexión comparaba el sentido de mi vida con la ruta que llevaba, un viaje a ninguna parte o, más bien, a un no sé a dónde; sabía que no llegaría a Santiago, pero no hasta dónde llegar, al menos sabía qué dirección seguir, aunque no pudiera calcular cuánto quedaba. En la vida me falta esa flecha amarilla que me facilite el siguiente paso. Varias veces al día me decía ¿quién me manda venir aquí? y otras tantas o más, agradecía estar donde estaba.

Se me vino a la cabeza la estrofa que inicia esta entrada, la leí una vez en una agenda de mi madre y se me quedó grabada. Más allá del atentado ecológico que sería hoy y de la estampa graciosa que imagino, con un peregrino de capa y sombrero de fieltro de ala ancha caminando cual Heidi cogiendo flores para hacer un ramo, encajo perfectamente la metáfora. Podemos llevarnos flores, paisajes y monumentos en unas fotos que alguna vez repasaremos, pero siempre se llevan la palma del camino las personas. Idoia y su marido en el caserío Intxauspe o Amadou, el tallador de madera de Bolibar fueron flores de las que crecen a la vera del sendero.

Personas con las que compartes momentos que son más intensos que los que llegarás a vivir con gente que ves habitualmente.  No hay reglas escritas, pero vamos con una predisposición de apertura difícilmente alcanzable de forma obligada. Se establecen complicidades y afinidades con solo una mirada o una sonrisa con gente que no vas a volver a ver. 

Lamento no tener mejor inglés porque habría conversado con unos cuantos extranjeros interesantes: el profesor sueco que venía a “reencontrarse a sí mismo” o los australianos que cenaron en Markina, entre otros.

La tercera noche coincidimos con dos chavales que iban haciendo el camino juntos, desde ese día fuimos grupo de cuatro, acordando las etapas y los albergues, durante la jornada Itzi y Juan iban más ligeros por delante, Iñaki y yo, más tranquilos, íbamos rezagados a la par. Qué importante es que cada uno pueda ir a su ritmo y nadie lo cuestione.

También me dejaron huella Stefan, un rumano afincado en Italia que viajaba con su hermano, hablaba un perfecto español y tenía un humor peculiar, Agustín, un argentino-italiano que había decidido gastar sus ahorros en un viaje por Europa de 4 meses de duración, parte de ese viaje incluía peregrinar de Irún a Santiago, un sujeto divertido y profundo. Y el más sorprendente, un francés que vive en Méjico, donde sólo utiliza chanclas y así se vino a caminar, con un kit de supervivencia que incluía una tienda de campaña, en una mochila más pequeña que la de la mayoría.

Gracias a Itzi, que por dar un rodeo caminó durante algunos kilómetros por detrás de mí, me enteré de que me había convertido en leyenda: en el camino me encontré unas gafas graduadas, bien podrían haber sido de algún lugareño de los que nos cruzábamos con frecuencia, pero pensé que si eran de algún peregrino no iba a volver atrás sin saber dónde las había perdido. Decidí llevármelas y cuando alcanzaba a algún peregrino le preguntaba si las había perdido. Mi plan, si no aparecía su dueño, era dejarlas en el siguiente albergue con la esperanza de que la comunicación entre ellos facilitara la recuperación por parte de su propietario. No hubo lugar, tras un rato de caminar llegué a un merendero donde descansaban algunos peregrinos. Al parecer, fui como una aparición porque en ese momento el dueño de las gafas estaba a punto de vaciar su mochila buscándolas. Me abrazó con agradecimiento sumo. También me enteré de que lo de ir madre e hija en ruta ya iba causando sensación y ese “milagro” completó el mito.

Otras anécdotas del viaje han venido de los hospitaleros, como el que nos despertó con cantos gregorianos para acto seguido encender la luz, Itzi le calificó de pasivo-agresivo. El otro que dio para muchos comentarios fue uno que más se acercaba a carcelero que a hospitalero, con toque de queda incluido que todos queríamos quebrantar, nos envió a la cama a las 21:30, cuando aún era de día. Éramos más de quince personas, pero acatamos la norma.        

Una última reflexión sobre un asunto del que ya me he quejado en otras entradas es acerca de la constante de encontrar ermitas e iglesias cerradas. Comprendo que antes de las 8:00 de la mañana no haya nadie para abrirlas, pero no hablo de eso. Pasa en ciudades y pueblos y a cualquier hora del día. Es más fácil entrar a la Casa de Juntas de Gernika que a cualquier iglesia, siempre que he ido la he encontrado abierta. 

Somos un goteo continuo de personas de todos los continentes en una ruta religioso-cultural y solo podemos ver las iglesias por fuera. Los sellos de nuestras credenciales son de albergues y bares porque a las iglesias no se puede entrar, exceptuando la de Zenarruza, donde las puertas de la iglesia siempre están abiertas y la de Itziar, que tiene habilitada una entrada a una capilla exterior donde te pones tú mismo el sello. A la nave principal no pudimos acceder porque estaban a mitad de misa. 

Vi que en el Camino francés se plantean un voluntariado para que haya alguien que las abra. No sé si esa es la mejor solución, porque es limitada en espacio y tiempo. Yo recuerdo que antaño siempre había algún vecino que tenía la llave y si dabas con él te abría, tal vez ahora sea difícil porque somos demasiados y el vecino tendrá cosas que hacer, pero se podría plantear como un nicho de empleo relacionado con turismo y no sólo para las iglesias de los diferentes Caminos, en los que añadiría beneficio a los peregrinos como lugar de cobijo espiritual, sellado de credencial, descanso, refugio de inclemencias meteorológicas, agua... Es un mal que aqueja a muchos lugares, darle alguna solución podría revitalizarlos y evitar el deterioro por abandono de un patrimonio notable.



miércoles, 26 de junio de 2024

COVID

Intensivo de Mindfulness

    Tengo plena conciencia de mi cabeza, mi nariz y mi garganta. 

    A ratos, de mis músculos y mi aparato digestivo. 

    Contemplo mi estado desde la tranquilidad, esperando a que pase. 

    Respiro y eso es suficiente. 


En la pandemia aprendimos que no es buena idea soplar las velas o compartir la cantimplora. 

Varias generaciones hemos crecido haciendo esas “guarrerías” y con ellas, sin saberlo, mejorábamos nuestra inmunidad y nuestra humanidad.


sábado, 25 de mayo de 2024

COMPAÑÍA VEGETAL





Me miran las tres orquídeas que han nacido esta temporada, apiñadas como si se protegieran entre ellas, avergonzadas de su belleza. El árbol del Brasil, heredero del que me regaló un paciente, se robustece con el paso del tiempo. El aloe sobrevive y las cintas, multiplicadas, van creciendo en sus pequeños recipientes.

En la terraza, los pensamientos y las petunias desafían los cambios meteorológicos con fortuna dispar. Mis plantas crasas, las de siempre, resisten sin defraudarme. El rosal parece que aguanta, esperando el momento de florecer. Y, la última adquisición, otro regalo de otro paciente, cambia de color, no sé si porque se seca o porque le toca con el cambio de estación.

No se me dan bien las plantas, por suerte son más fuertes de lo que parecen. Seres vivos que me acompañan y decoran mi hogar. El espacio sería más amplio y daría menos sensación de desorden si no estuvieran, pero la estancia sería más fría. Yo las respeto y ellas me acogen.          


miércoles, 17 de abril de 2024

MÉRITOS

 Esto no va de lucimiento personal. 

Va de esas expresiones tan de moda, tan vanas, tan injustas y tan peligrosas:

Tú no mereces eso. Merezco algo mejor. Se lo merecía…

Como si la vida fuera justa y nos pagara por lo que hacemos o somos.

¿Cuáles son los méritos? ¿merecen los palestinos ser masacrados? ¿merecemos morir? y si, por inevitable, eso no es planteable ¿podemos preguntarnos si merecemos el cuándo o el cómo? ¿merecen algunos la vida muelle que se permiten? ¿se hará alguna vez justicia según nuestro criterio de merecimiento? ¿quién decide lo que es adecuado?

Alguna vez he caído en la trampa de creer que la vida nos devuelve, en proporción y con el mismo signo, aquello que hemos hecho primero. Me he permitido hacer cosas que me venían bien por el convencimiento de estar compensando otras que me habían sido adversas. Me reconozco víctima, y seguramente verdugo, del concepto.

¿Alguien me puede explicar la coherencia de lo que se esconde detrás? Hay quien habla del karma… Si me pasan cosas malas ¿es que fui mala antes? A los que les pasan cosas peores ¿es que fueron muy malos?¿Hay tanta gente mala como para que pasen tantas cosas de las que consideramos que nadie merece?

Mi respuesta a casi todo es ¡no!

La vida tiene cosas preciosas y otras horribles y otras neutras, o según se miren. Quiero pensar que algún día, quizás en otra vida, las cosas se nivelarán. Pero, a día de hoy, la vida es arbitraria y por eso me da tanta desazón oír conjugar el verbo merecer. Estoy segura de que todos merecemos una vida mejor, pero tenerla depende de tantos factores… Tampoco me gusta cuando se pone el foco sobre cada persona, no tenemos herramientas individuales para cambiar la vida en su totalidad, podemos cambiar algunos aspectos, pero seguirá habiendo parcelas que se escapan a nuestro control, incluso esos cambios que hacemos, supuestamente para mejor, se pueden volver en contra, o eso que ahora nos parece malo, a la larga, puede traer cosas buenas. 

Nos lo merezcamos o no.

Pongo el enlace al video Me voy de Julieta Venegas, que además de gustarme visualmente, trata el tema de escapar de una situación que le desagrada, independientemente de si la merece o no.

 https://youtu.be/y8rBC6GCUjg?si=EXqIDmjjot_7fiRr

Y a pesar de lo dicho, comparto esta frase que leí por internet que me parece magistral por el doble sentido que puede tener: 

“Te deseo lo que te mereces”


domingo, 17 de marzo de 2024

A MEDIAS

Y lo fecho en domingo aunque técnicamente ya sea lunes porque son más de las doce de la noche. Pero aún es domingo para mí porque no he cerrado el día, no me he puesto el pijama ni me he lavado los dientes.

El tiempo me apremia porque mañana madrugo, pero se me ha venido a la cabeza escribir, una idea cogida con pinzas, una vez más, que nombraré y no desarrollaré, como me pasa con casi todo en la vida.

Tengo mil planes, o ninguno, cuando empiezo uno, aparecen cientos de cosas urgentes que se amontonan, y dejo todo a medias, porque acabo agotada de tratar de sostenerlas todas.

Si escribo, la idea principal se pierde entre las ideas secundarias.


Si decido arreglar la cocina, empiezo la obra de la otra casa y tengo que pensar en la avería del coche.

Si quiero ponerme en forma, juego al tenis, pero quiero salir a andar, ir al monte y, al final, me quedo de espectadora de los partidos de mi hija.

Y, mi vida social… tengo retazos de un montón de personas a los que atiendo a medias. Si me ocupo de saber cómo están, me pesa que no me tengan en cuenta y si me tienen en cuenta, me agobian.

Cuando estoy donde se supone que es mi sitio, siento que no encajo y, cuando me siento a gusto, pienso que estoy de más.

Empiezo y no acabo. Una y otra vez.

A la vez sé que la vida se termina sin prórroga y, a la vez, me parece que se acaba mi mundito, pero yo permaneceré. Pierdo el tiempo que no tengo y no me paro a pensar que lo importante es lo único que merece la pena perseguir. Estaría bien que supiera lo que es.


LO VIEJO Y LO NUEVO



Se me ocurrió el título a la vista de las imágenes o ¿hice las fotos con el título en la cabeza?


Puente nuevo desde el puente de la Magdalena. Pamplona 


Puente del Grajal y el nuevo para coches. Colmenar Viejo














Un amigo me dijo que los escritores no necesitaban justificar lo que escribían, entonces caí en la cuenta de que yo escribo pero no me considero escritora. Simplemente es mi medio de expresión. Dejo plasmado mi monólogo interior, el que me acompaña cuando se callan las voces del exterior. No todo lo que me digo, solo aquello en lo que me fijo más. No sé por qué, pero es una costumbre antigua que abandono y retomo a temporadas. Quizá tiene que ver con ese ruido externo o con el tiempo que me doy para escucharme. 

Lo viejo: lo que quedó atrás y no va a volver, lo que está y debería abandonar, lo que guardo con cariño porque le doy valor.

Lo nuevo: lo que está por venir, lo que ha aparecido y aún no he asimilado, lo que descubro y me ilusiona.

Entre ambos reúnen lo sólido y lo efímero, lo estético y lo funcional, lo que tiene significado en cada época. Lo que fue nuevo y lo que será viejo cuando pase el tiempo.

También son nuevas y viejas la relaciones. Me doy cuenta de cuántas se han podido quedar en el camino. Mantengo amistades tan viejas que fuimos compañeras de colegio, el récord lo tiene una que empezó en parvulitas. Luego en la vida he ido tendiendo puentes con otras personas que se han ido acomodando a mi lado, o yo al lado de ellas, con una relación estable, más o menos frecuente o más o menos distante, pero que están.

Y de un tiempo a esta parte, no sé si porque la que se vuelve vieja soy yo,  reaparece gente que hace mucho tiempo fue presente y que yo había dejado en el pasado, algunos incluso olvidado, primero fueron los del grupo scout y ahora mis compañeros de carrera. También a la muerte de Charo, afloran amigos suyos a los que conocí antaño y familia con la que mantenía lazos a través de mis padres y mis tías, se ve que no habían desaparecido del todo.

No son nuevas pero algunas tienen posibilidades de ser renovadas.

domingo, 4 de febrero de 2024

EL PURGATORIO Y LOS REFUGIADOS



Caminando por el paseo de Recoletos me he topado con un monumento en recuerdo de los refugiados. Encima de un prisma de hormigón un grupo de figuras de bronce, sentadas unas junto a otras, dejan colgar sus piernas en el vacío.

He recordado que mi padre contaba que, en su imaginación, el purgatorio era una fila muy larga de niños sentados con los pies colgando, supongo que esperando el momento en que la eternidad les permitiera cambiar de estado.

Y aunque sea con esta nota breve se me ocurre asociar ambas ideas. Los refugiados y, sobre todo, los que esperan ser reconocidos como tales, están también en un limbo. Habitantes de un lugar en el que se les deja estar pero sin llegar a ser su lugar, esperando la promesa de un futuro mejor.

Asumo que ni mi padre ni Bel Borba (el autor) tenían noticias el uno del otro y, mucho menos, de las construcciones de su imaginación. Y no sé si la representación tendría para ambos una explicación parecida. Pero  yo he querido suponer que tiene que ver con la angustia de estar en el aire, sin poder pisar un terreno firme y seguro.