Con el boli entre los dedos, el papel sobre la mesa y mi mente divagando:
La vida no se para a esperarte, va pasando, un capítulo al día y, aunque nos parezca que no pasa nada, la vida es eso. Con sentido o sin él, interesante o monótona, la vivimos o se nos va.
Acuérdate de que si quieres que pase algo, lo tienes que provocar tú y si quieres que no pase, frénalo. Aunque no siempre saldrá como tú quieres.
No penséis que me atrevo a dar consejos y luego escribo sobre lo poco que me gusta que me los den sin pedirlos, son cosas que me digo a mi misma aunque no me haga mucho caso. Tampoco es nuevo que vivo en una permanente contradicción.
Cuentas que te vas de viaje a algún sitio y antes de preguntarte por tu plan ya te han aconsejado qué ver, dónde comer y qué excursiones alternativas tienes.
Cuentas algo que te ha pasado y, sin saber si lo has dado por zanjado, ya tienes sugerencias sobre cómo tendrías que haber reaccionado o como poner una reclamación.
Cuentas algún mal que te aqueja, mayor o menor y, además de varios remedios caseros y naturales, te encuentras que alguien te pone por delante el ranking de los mejores especialistas (públicos, privados, nacionales y extranjeros) en algo que el otro piensa que puede ser lo que te pasa.
Cuentas que te gusta algo o que te estás aficionando a alguna actividad y, enseguida, con la mejor intención, te recomiendan las mejores clases o los mejores vídeos de internet.
Y resulta que yo soy una ingenua, que me gusta contar mis cosas porque me hace ilusión o porque me desahoga, que me gusta descubrir lugares y actividades un poco a la aventura y por probar, que no necesito verlo todo, estar donde ha estado todo el mundo ni ser la mejor en nada, que si me encuentro mal y pienso que es un mal pasajero voy a darle tiempo a que desaparezca y, si requiere de un profesional, me voy a fiar del criterio del que “me toca” mientras no detecte incoherencias en el proceso.
No es que no necesite ayuda de nadie. Muchas veces me hace falta, pero me gusta que me dejen hacer la pregunta oportuna a la persona que yo considero adecuada. Puedo equivocarme, pero no quiero un tutor para cada paso que doy.
Seguramente la gente que me da consejos se alegra de que se los den en la misma medida. Entonces para esas personas debo resultar extraña, antipática o ignorante. Suelo escuchar y no dar ninguna indicación salvo que me pregunten.
Cuando alguien se va de viaje imagino que ya lo ha preparado a su aire, aunque yo conozca el lugar, puede que haya cambiado desde que estuve y la otra persona no tiene por qué tener mis objetivos, ni mis gustos.
Si alguien me cuenta un problema o un simple hecho que por algún motivo le ha llamado la atención, pienso, si no me pregunta, que le apetece contarlo sin más o que al hablarlo está buscando su propia solución o que lo hace porque un mal compartido se reduce.
Los males de salud son un capítulo aparte por mi profesión, aún así trato de distinguir si el que lo cuenta busca resolver una consulta o no. Y si lo que quiere es una opinión autorizada suelo dar mi punto de vista con cautela, yo no soy especialista en todo y, salvo de personas muy cercanas, no conozco toda la historia médica de nadie ni solemos estar en un lugar donde hacer un reconocimiento en condiciones. No me gusta medicalizar la vida y los remedios caseros los dejo para las abuelas.
Y para las aficiones… ya he dicho que no soy la mejor en nada. Me gustan tantas cosas que he ido probando algunas, casi siempre a la vera de alguien que sí sabía y sólo me he quedado con las ideas o las sensaciones que me valen a mí. Me gusta una idea de Itzi referente a dejar las cosas en boceto. Llevarlas a un cierto nivel de perfeccionamiento requiere mucho tiempo y esfuerzo. Así que no soy quién para dar consejos a nadie.