Mi trabajo era transportar bellas durmientes; ese día llevaba tres.
Durante unas horas el mundo era un túnel por el que transitaba en paz.
Al final del túnel había luz y decidí parar, las durmientes cobraron vida y desayunaron junto al fuego. Había un ruido intenso, estaba en obras y parecía que la casa iba a desmoronarse, pero ellas no lo oyeron, ruido blanco decían, como si aquel ruido fuera parte del paisaje y no importara.
La mañana arrancaba sonriente y corríamos bajo una nube que nos salvaba de cegarnos con el sol.
Llegamos a destino y cada una cumplimos nuestro papel. A la hora convenida recogimos los trastos y regresamos.
Las bellas durmientes ahora solo eran dos. Luego las tres soñaron canciones, elaboraron una lista muy larga. En un momento llenaron de música más de siete horas.
Volvimos a entrar en el túnel, pero esta vez, al final, cada una llegó a su casa y la que quiso encendió la luz.