jueves, 13 de septiembre de 2018

IMPRESIONES DE CAMINANTE (III)


Esta es la crónica de un fin de semana en un lugar muy significativo para mi. A sabiendas de que los lugares no son sólo los paisajes, son la gente con la que los compartes y lo vivido en ellos. A sabiendas de que encontramos lo que buscamos y recibimos más cuanto más estamos dispuestos a compartir.




Se me presentó la ocasión de cumplir un propósito pendiente desde 2015. Quería coronar la cima del Lindus, la excursión en sí es un paseo agradable si la climatología es propicia y se tienen dos noches para no tener que conducir muchos kilómetros ese día. En 2016 lo intenté en Semana Santa con mi hija y la nieve nos hizo desistir. Esta vez el día fue soleado y con una temperatura magnífica para andar.

No encontré quien se viniera conmigo aunque, a decir verdad, no busqué con interés. No me gusta salir sola al monte pero es una excursión fácil; la cima está frecuentada por avistadores de pájaros, ese día, para mi gusto, por demasiados; y el recorrido lo he repetido en bastantes ocasiones y tiene poca pérdida.

Salí el viernes por la mañana, con idea de comer en Pamplona y con tiempo para visitar antes Eunate y Puente la Reina. A parte del paseo de rigor por todo el Centro Histórico de Pamplona, me acerqué a la Catedral, por primera vez en esa iglesia tuve que pagar entrada, pero como daba derecho a visitar exposición y claustros aproveché para no perder detalle. Quedé gratamente sorprendida. No soy aficionada a los tesoros de las catedrales: barrocas cruces plateadas, casullas rícamente bordadas y ajuar valiosísimo pero, para mí, indistinguibles de una catedral a otra. De los claustros y otros rincones si soy gran admiradora, me compensaron del claustro en obras con la casa del campanero y en lugar de un museo al uso, la exposición, de laberíntico recorrido, superó con mucho mis expectativas, con espacios para la cultura, para la reflexión y para el divertimento, éste de la mano de actividades para niños y un poco de descoloque naif que aporto yo.

Por la tarde llegué al lugar donde iba a pasar las noches, no era la Posada de Roncesvalles como en otras ocasiones, porque no iba buscando una ubicación sino una forma de estar. En el alojamiento daban de cenar, me advirtieron de que lo haría junto a unos peregrinos que, como habían llegado antes, ya habían elegido hora y menú. Eran un matrimonio francés, por suerte él hablaba un fluidísimo español y la cena fue muy agradable.

Descansé profundamente, por la mañana, en el desayuno, reconocí a la persona que esperaba encontrar y que la noche anterior no había aparecido. Ella tenía un vago recuerdo de mí, hacía unos 20 años que nos habíamos visto por última vez, pero me acogió como si me esperara, me dijo cómo localizar a su hermano y a su cuñada, a los que había visto con más frecuencia y hacía menos tiempo.


Mi recorrido por el monte fue un auténtico disfrute, a la vuelta me encontré que en Espinal eran las fiestas y asistí al desfile de gigantes y cabezudos.

Por la mañana mi plan era desayunar y emprender el viaje de regreso a casa pero la casera me propuso dar un paseo con ella si podía esperar a que atendiera a unos clientes. Fue un paseo de cerca de  tres horas, hablamos como si fuéramos amigas de siempre. Quedamos en que, cuando vuelva, iremos a pasear otra vez.

jueves, 9 de agosto de 2018

CONTRADICCIONES

Que las alas arraiguen y las raíces vuelen.
Juan Ramón Jiménez 


Hace calor y tenía sed y, de repente, se me han amontonado un montón de recuerdos y otros pensamientos que me rondan de forma recurrente.

He pensado en escribir sobre ellos muchas veces pero mi impericia y mi desorden me hacen desistir, adelantando que resultará un caos. Aun así, hoy intento ponerme a la tarea por si consigo darle alguna forma, aunque sea poco armónica.

Primero los recuerdos:

Todo ha empezado cuando me he preparado una bebida veraniega que nos hacía mi madre. Mi amiga Mati sabe bien de lo que hablo. No sé si mi madre utilizaba algunas proporciones fijas, yo lo hago a ojo y según el día, se trata de mezclar agua fría con un chorrito de vinagre y una pizca de azúcar. El resultado es tan agrio como refrescante. A juego con mi estado, que hoy definiría como raro.

Será porque hace calor y no tengo ganas de salir ni de hacer nada en casa o porque el libro que estoy leyendo me hace reír a la par que me llena de nostalgia. El autor era compañero del cole de Joaquín y cuando habla de cosas que le han sucedido, aún asumiendo que muchas son ficción, me resultan tan contemporáneas y tan cercanas que pienso que hubiera estado bien que hubiéramos llegado a conocernos.

Como si de una ocasión especial se tratara, no me ha parecido bien beberme mi brebaje en un vaso corriente así que he elegido uno azul de tubo que traje de casa de mis tías de Valencia. Un objeto absurdo, como todos los que he rescatado del abandono en las casas en las que mis seres queridos han vivido antes de morirse. Algunos tienen asociado algún valor sentimental, pero otros, como este vaso, el único mérito que tienen es que me llamaron la atención cuando los vi. Tal vez, si lo hubiera descubierto hoy, se hubiera quedado en el aparador esperando que un "vaciador de casas" le quisiera dar algún valor o lo mandara a un basurero.

He intentado fotografiarlo junto a una orquídea blanca que fue el último regalo de mi madre y que florece en mi casa desde hace 5 años, en segundo término se ve una estantería repleta de CDs que fuimos adquiriendo Joaquín y yo a lo largo de los años y un áloe vera, regalo de un amigo que trabajó conmigo hasta que una "consolidación de empleo" le dejó en el paro; el resultado es una imagen que en un principio iba a desechar pero que va a acabar ilustrando este texto porque está a juego con él, recuerdos y objetos aparentemente sin conexión que quedan enredados por el hilo de las palabras.

Y tras el repaso a familia y amigos, los nombrados y los que no, los que se fueron y los que permanecen, me toca hablar de esos pensamientos que nunca pongo en orden. Se refieren a mi razón de ser en esta vida o a mi modo de estar en ella, que tiene mucho que ver con mi relación con las personas con las que la he compartido y con las que sigo caminando.

Una vez me preguntó un amigo que quién era yo y la palabra que me pareció más definitoria fue "cuidadora", pero no terminó de convencerme. He vuelto sobre la pregunta y creo que es más exacta "compañera". Me creo que acompaño bien, aunque sería más adecuado que eso lo dijeran los demás.

Me gustaría escribir algo coherente, encontrar la palabra precisa, la frase perfecta y por fin, expresar todo lo que pienso pero no digo.

Pero tampoco va a ser hoy.

sábado, 14 de julio de 2018

DÍA DE TORMENTA





El cielo se oscurece y la gente huye.
Olvidados del calor que les empujó a venir por la mañana.
La temperatura es ideal.
Se oyen truenos a lo lejos.
Las nubes se desflecan en los bordes del cielo gris marengo.

domingo, 1 de abril de 2018

CARTAS

El de hoy es un texto absurdo que se me ocurrió al hilo de algunos encarcelamientos recientes. Lo publico sin otro afán que el de compartir la sonrisa que me produce.

“Si me detienen,
si no podéis venir a verme,
mandadme cartas.

Aunque sean cartas de la baraja,
cartas de dimisión,
cartas marinas,
cartas de despido,
cartas de recomendación,
cartas de amor...

Cualquiera me vale
para sentir que no he sido olvidada”.